Documental «El siglo del individualismo», un análisis de los fundamentos antropológicos del capitalismo

“El siglo del individualismo” (The Century of the Self) es una serie de cuatro documentales, de algo menos de una hora de duración cada uno, realizados por Adam Curtis para la BBC en 2002. En esta serie documental el autor inglés analiza como los medios industriales de creación de opinión han sido utilizados por las élites político-económicas para inculcar en los ciudadanos ciertas pautas de comportamiento.

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Lo que intelectuales como Marcuse o Chomsky han denunciando desde hace años, se muestra en esta serie como una contundente evidencia: los dueños del mundo diseñan y propagan, a través de los medios de control de la opinión, determinados valores y conductas en las masas. Lógicamente tales valores y hábitos inducidos son concordantes con el mantenimiento del statu quo que interesa a los dueños de los medios industriales de construcción de la opinión.

Del mismo modo que hoy se considera que la invención de la imprenta fue determinante para la conformación de la mentalidad moderna, poco a poco vamos siendo consientes de la importancia que han tenido los sistemas de generación masiva de opinión en la historia política e ideológica durante el siglo XX y también la actualidad. Solemos ver la historia de la civilización como una sucesión de ideologías y sistemas políticos que van transformando la mentalidad y modos de vida de los individuos; esta percepción intelectualista del progreso ha sido fuertemente criticada desde una interpretación más materialista de la historia. La tecnología transforma a la sociedad, al menos en la misma medida en que la sociedad permite y fomenta determinadas tecnologías. La propagación de la ciencia, el protestantismo o la ilustración, por ejemplo, hubiesen sido impensables sin la tecnología necesaria para su extensión: la imprenta, la apertura de nuevas rutas comerciales gracias al perfeccionamiento de los sistemas de transporte, etc. El documental de Adam Curtis va en esa línea de análisis, a mi juicio acertada: no es comprensible la historia política e ideológica del siglo pasado sin comprender el mejoramiento técnico de los medios de producción de información que gracias a la prensa, radio y, sobre todo, televisión han permitido presentar un discurso construido como “objetivo” a las masas. La grieta que supone internet en ese monopolio económico y técnológico de la creación de opinión, abre posibilidades en nuestro desarrollo que aún no han sido del todo exploradas.

Igualmente interesante es el sustrato antropológico en el que se basan los dueños de los sistemas de control de la opinión para propagar la ideología sustentadora de sus privilegios. Según el documental, fue Edward Bernays, sobrino de Freud, el iniciador del concepto de las “relaciones públicas”, eufemismo para referirse a la propaganda. Bernays, influenciado por las reflexiones antropológicas de su tío, consideraba que el ser humano tiene motivaciones básicamente irracionales e inconscientes. Según la simplificada teoría freudiana de Bernays, el motor de nuestras acciones no se distingue del resto de los animales: el deseo sexual, la agresividad, la autoconservación, etc. serían las pulsiones fundamentales de nuestro psiquismo. Coherentemente con esto, los sistemas de propaganda que pretendan inculcar hábitos de consumo o comportamientos ideológicos en las masas deben hablar a esos bajos impulsos. Un hombre no decide comprar un automóvil por su eficiencia sino por la imagen que este automóvil da de sí mismo; el uso de reclamos sexuales en los medios de control actuales es un ejemplo de como la antropología freudiana aún es soporte de los aparatos propagandísticos.

No deja de ser curioso que una teoría de la personalidad tan contestada y criticada en el ámbito académico como la de Freud haya servido de soporte para la construcción de la ideología en las sociedades occidentales. Si el consumidor de productos o de “candidatos políticos” no decide racionalmente, no tenemos más remedio que hablar y fomentar sus bajos instintos para conducirlo hacia lo que “le conviene”. Esta teoría antropológica es profundamente contraria a los valores ilustrados y antihumanitaria ya que sostiene que el ser humano es sustancialmente ignorante e incapaz de emanciparse. Esta percepción del ser humano como un eterno infante es degradante y falsa; sin embargo, los mass media continúan fomentando la ignorancia y los instintos más primarios de manera industrial, impidiendo el progreso y la liberación humana, hasta ahora. Del mismo modo que el cristianismo impuso un determinado modelo antropológico basado en el “hombre como pecador”, los diversos sistemas totalitarios del XX (comunismo, nacionalismo, capitalismo…) han implementado en la mayoría un modelo antropológico concreto. Este modelo antropológico fomenta el afán de lucro, la inmoderación de los impulsos, la irracionalidad, la búsqueda vacua del reconocimiento social, como cualquier lector puede comprobar si tiene suficiente estómago para observar la televisión durante algún tiempo.

Curiosamente, este modelo vital que debilita la integridad de nuestra personalidad e impide su crecimiento es concorde con los intereses de las mismas élites que lo propagan. Si las mujeres y hombres no actuamos movidos por nuestra razón ¿para qué voy a publicitar la eficiencia de un coche? mejor publicito su diseño y lo asocio al éxito sexual o lo identifico como un símbolo de prestigio social. Si los ciudadanos no votan al mejor candidato por sus propuestas ni su integridad sino por la imagen que proyecta o por odio hacia el candidato del otro partido ¿qué sentido tiene que nos preocupemos por elaborar un programa político realista y sostenible o buscar un candidato íntegro? Si queremos llegar al poder, mejor haríamos concentrando nuestros esfuerzos en confeccionar un programa “atrayente” y buscar un candidato “carismático”. Las consecuencias de este modelo antropológico que percibe al ser humano como un perenne menor de edad es, en último término un modelo que nos infantiliza y degrada, igualándonos en la mediocridad. Tal forma de entender la naturaleza humana desprecia cualidades que son, por lo menos, tan “naturales” en el ser humano, como la codicia o el deseo sexual. La capacidad de tomar decisiones racionalmente o los sentimientos fraternales hacia otros hombre no son entelequias sino partes integrantes de nuestra naturaleza, como podemos observar cada día a despecho de los fautores del despotismo y los medios de comunicación con los que controlan a la inmensa mayoría de la población mundial.

Como denuncia y examen de esa impostura ideológica que se llama capitalismo y de la que aún somos víctimas, debemos valorar esta serie documental, rica en sugerencias y con un análisis agudo de los fundamentos antropológicos en los que se asientan las denominadas “democracias liberales”.

Artículo externo:

Crítica al homo economicus en nouspoietikos.