El nihilismo de la abstracción: cuando el cuerpo se desvanece como una sombra
0“El ser efectivamente existente, el mundo real, fue considerado en lo sucesivo como la nada; el producto de la facultad abstracta del hombre, la última, la suprema abstracción, en la que esa facultad, habiendo superado todas las cosas existentes y hasta las determinaciones más generales del ser real, tales como las ideas del espacio y del tiempo, no teniendo nada que superar ya, se reposa en la contemplación de su vacío y de la inmovilidad absoluta; esta abstracción, este caput mortuum absolutamente vacío de todo contenido, el verdadero nada, Dios, es proclamado el único real, eterno, omnipotente. El Todo real es declarado nulo, y el nulo absoluto, es declarado el Todo. La sombra se convierte en el cuerpo y el cuerpo se desvanece como una sombra.”
Mijail Bakunin; Dios y el Estado; “El principio divino”
Los doctrinarios han atacado al pensamiento divergente desde los propios orígenes de este. Aquellos que han combatido la madre de todos los dogmas, es decir, aquellos que han negado no solo la existencia sino la pertinencia de cualquier dogma definitivo, han sido denostados bajo muchos epítetos: corruptores de la juventud, libertinos y, más recientemente, nihilistas. Nihilismo significa, etimológicamente, la no creencia en nada, pero tal definición no nos aporta demasiado ya que es en sí misma negativa; no obstante, dejando a un lado la etimología y observando su contexto de uso, el término “nihilista” ha sido adjudicado a aquellos que no creían en cosas abstractas e intangibles o que, si creían en ellas, lo hacían de un modo instrumental. Un nihilista, durante el XIX, era alguien que aceptaba la existencia de su cuerpo físico y observable mas negaba un alma o espíritu imperceptible; también alguien que creía en la naturaleza que le abarcaba pero no podía aceptar la existencia de una abstracción incorroborable como dios. Llegados a este punto es cuando cabe preguntarse en dónde está el verdadero nihilismo, si en aquellos que niegan la realidad de la abstracción o en esos otros que sacrifican la realidad vital en nombre de ideas, teorías o conceptos.
De esto trata, precisamente, el fragmento de Bakunin de más arriba; aunque en el contexto particular el texto referido es una crítica al nihilismo cristiano, en el contexto general de la obra “Dios y el Estado” debe ser entendido como una crítica al nihilismo monoteísta y, más ampliamente, al nihilismo de la abstracción. Con la imposición del monoteísmo, dios como ficción teológica queda transformado en cúspide del ser del que dimana la realidad tangible; este mundo concreto frente al ser absoluto de dios, se convierte en relativo y su consistencia, su corporalidad se volatilizan. Ante el juicio, la palabra o los ojos de esa quimera abstracta denominada dios, el mundo y la criatura concreta no valen nada; de tal modo los asesinatos y crímenes contra la humanidad real y sufriente, son justificados por los fanáticos religiosos de ayer y hoy con una dialéctica inapelable: ¿qué importa este mundo pasajero y aún más el individuo concreto cuando se enfrentan a los designios del todopoderoso?
Como acertadamente denunció Bakunin, y posteriormente Nietzsche, el nihilismo monoteísta no solo es una mala creencia sino que acaba por convertirse en un modo de pensar, una manera de estructurar la realidad en nuestra mente. Así dios comparte protagonismo o es sustituido por el estado, el ideal o la razón, lo mismo da: frente al triunfo de la idea o ante las “razones de estado” lo real-concreto vuelve a empequeñecer, a ser ninguneado y avasallado por una abstracción irreal e inconcreta. En las sociedades occidentales, gracias a la difusión del conocimiento y a los ataques de librepensadores, el nihilismo monoteísta está, a día de hoy, en evidente decadencia; no así el nihilismo de estado que utiliza abstracciones matemáticas para negar, ignorar o desfigurar la realidad positiva. En efecto, hoy las cifras, los datos macroeconómicos… en definitiva, la “realidad económica” se han transformado en abstracciones que se pretenden totales pero que niegan lo concreto, es decir, la auténtica realidad de nuestras existencias y sociedades.