Magia y religión desde una perspectiva sociológica
2“Ya hemos visto que incluso el extremo subjetivismo de los Cuervos se muestra bastante acorde con una espontánea conformidad con las creencias comunes de la tribu. Sin embargo, tal cosa no equivale a una subordinación a una doctrina claramente definida por una iglesia, sino a algo mucho más vago: un fondo cultural común. Los mismos objetos no son considerados sagrados por todos los Cuervos, ni tampoco todos ellos observan un comportamiento idéntico hacia sus respectivos objetos sagrados. Cuando un chamán Cuervo permite a un joven guerrero ir a combatir protegido por sus propios hechizos su actitud no se distingue en lo fundamental de la de un mago hacia su cliente. Y aún cuando recurran a él individualmente un cierto número de bravos, ni siquiera en tal caso hay necesidad de una evolución congregacional; ciertamente existe la posibilidad de que tal cosa ocurra, pero lo mismo sucede en el caso de los clientes de un mago. Sin embargo, dentro de los límites en que tal grupo está unido, sus miembros están segregados y no unidos en una iglesia tribal. Exactamente del mismo modo en que las nociones y prácticas de un chamán Cuervo están limitadas por la cultura tradicional de los Cuervos, las técnicas, tabúes y fórmulas orales de un mago Bukaua se encuentran determinadas por la cultura Bukaua. Tanto o tan poco hay de organización eclesial en un caso como en el otro. En ambos hay una aceptación automática de las creencias recibidas, mientras que en ninguno de los dos casos se da una rígida conformidad con un conjunto de dogmas y observancias establecidas en la tribu. La distinción sociológica entre magia y religión es insostenible.”
Robert H. Lowie; Religiones primitivas; versión de José Palao para la editorial Alianza, capítulo VI “Magia”.
La valoración sociológica de Lowie que equipara magia y religión puede parecer errada a los que vivimos en sociedades de masas con un monoteísmo eclesial establecido. En la mayoría de las culturas mediterráneas la magia se asocia a sistemas de creencias sobrenaturales heterodoxos y marginales, frente a las religiones que aparecen como cuerpos doctrinales más organizados y normales. Sin embargo, los estudios de campo antropológicos vienen a mostrar que la religión y magia no tienen siempre un carácter contrapuesto y que es difícil determinar, v. gr., cuando un acto propiciatorio es magia o religión. Ciertamente, si observamos sin prejuicios al hombre religioso que reza a uno de sus numenes para obtener un favor, no percibiremos una diferencia clara, ni a nivel externo ni interno, con respecto al sujeto que practica magia invocando a demones o fuerzas naturales. De igual modo, si se lleva a cabo un ritual concreto para incluir a un sujeto dentro de una comunidad religiosa mediante la inmersión en el agua o a través de la mutilación del prepucio ¿en que se diferencia esencialmente estos procedimientos de los ritos iniciáticos de hechiceras y brujos? Las diferencias se hayan a un nivel superficial, en la forma que adopta el ritual y en las potencias sobrenaturales que intervienen en él, pero no en lo esencial: la creencia en que realizando tal o cual acción obtendremos la gracia de entidades no humanas o el don de pertenecer a una determinada comunidad de fieles. En cierta medida, lo que los occidentales consideramos religión es magia institucionalizada que se erigió en verdadera no solamente por la fe de sus adeptos sino por la persecución a la que sometió a otros sistemas de creencias sobrenaturales.
Aunque no podemos decir que el análisis sociológico de Lowie carezca de presupuestos ideológicos, ninguna ciencia es ajena a tales presupuestos, tampoco debemos considerar que la equiparación entre magia y religión pretenda denostar o atacar estos sistemas de creencias. Efectivamente, el sociólogo no debe plantearse la “verdad metafísica” de tal o cual ritual sino que se atiene a la verdad concreta de lo que observa. La validez de un sistema de creencias sobrenaturales no se basa sociológicamente en la “efectividad” de los ritos o la “verdad” de los dogmas sino en la realidad efectiva de que ciertos grupos humanos toman determinados dogmas y rituales como realmente útiles y verdaderos. De tal modo, cuando una antropóloga observa una determinada liturgia mágico-religiosa, la observa desde el respeto a las creencias de ese grupo humano y con la voluntad de comprender la dinámica y el sentido del ritual; aunque al fanático religioso pueda molestarle la falta de fe del observador imparcial, el conocimiento antropológico no conduce al desprecio de las creencias ajenas sino que parte, precisamente, del interés por comprender estas creencias y vivenciar los rituales asociados a ellas.
Siendo historiador, hablar con un filósofo sobre temas sociológicos, es como hablar con un sordo de lo que hubo visto un ciego. Ja!! Los cultores de esas 3 materias no quieren que los “ajenos” se metan en su metier. Dejando los cánones, las 3 materias bien pueden sentarse en el café Gijón y arreglar el mundo. Entiendo que el estudioso (antropólogo—otro metido en el ajo) sea objetivo de lo que estudia, observa y analiza. Como “chaman” de la fe protestante, además de historiador, me cuesta asemejar. Por ejemplo si comparamos a las mujeres de la tribu Mai huna en la amazonia peruana que no orinan ni defecan durante la siembra y hasta 3 horas después para asegurar la abundancia de la cosecha, con una oración que yo pueda hacer por ti mientras estas ingresado en al UCI por cáncer protático, tiene su puntito de diferencia. Creo que no está en el observador, el amigo antropólogo, sino que mi oración por ti no es mágica. Aunque muchos lo piensan, sobre todo si tienen cáncer y pretenden curarse a como dé lugar. Como decía la abuela, “en las trincheras no hay ateos”. Mi amigo Chesterton—católico pobre—también supo decir que “cuando la gente no cree en Dios, está dispuesta a creer en cualquier cosa” (la magia también). Linda página web. A mi también me gusta hablar en broma/en serio y ver la reacción de la gente. José Nuñez Diéguez, desde Buenos Aires, Argentina.
Efectivamente, los tabúes tribales que citas y los rezos cristianos son cosas diferentes pero no por ello deberían pertenecer a categorías sociológicas distintas. Es decir, que es normal que las creencias mágico-religiosas de las tribus amazónicas sean diferentes a las creencias mágico-religiosas de una comunidad cristiano-protestante; mas esto no implica que uno de los dos sistemas de creencias sobrenaturales sea, desde la perspectiva antropológica, mejor o menos supersticioso que otro. Muy diferente es la percepción del chamán o del fiel que considerará su propia creencia como verdadera frente al resto. Así observamos que para denostar los sistemas de creencias mágico-religiosos de los pueblos indígenas el cristianismo los ha calificado de «supersticiones» o «magia». Si, como guía protestante, agradeces a tu deidad el don de estar vivo, lo haces asumiendo la existencia de una entidad sobrenatural que no puede ser constatada por el observador imparcial; este rasgo es, a mi juicio, esencial y propio tanto de lo que se denomina religión como magia; por tanto, considero acertado el análisis de Lowie que equipara mágica y religión.