Tres lecturas para el nuevo año chino
0Hoy 25 de enero se celebra el año nuevo chino, a pesar de que es cada vez más frecuente que en Occidente festejemos este día, lo cierto es que aún somos grandes desconocedores de la cultura china. Con este artículo quiero acercar al lector a esta cultura milenaria y apasionante de la mano de tres autores literarios del “país del centro”. Nunca se subrayará lo suficiente el valor de la literatura para estrechar lazos entre los pueblos, un buen libro no solo rompe las fronteras del espacio sino también del tiempo. Nos acerca a las aventuras y vicisitudes que de otro modo no hubiésemos podido conocer. He sido y soy un lector apasionado, la poca literatura china que nos llega a los países hispanohablantes es una pequeña muestra de autores ajenos a nuestros entornos culturales pero que reflejan en sus obras no solo las preocupaciones eminentemente chinas sino también las propias de cualquiera de nosotros, máximamente en un mundo globalizado como en el que vivimos.
La respuesta a la pregunta de cómo nos debemos acercar a la literatura china contemporánea es la misma que cuando nos planteamos la actitud idónea ante una cultura ajena a la nuestra. Por un lado está la tentación del exotismo, es decir, leer estas obras subrayando lo contradictorio, raro, diferente a nosotros. Me resulta grato conocer las diferencias y las particularidades de una cultura determinada pero en ocasiones este gusto por lo exótico nos carga con prejuicios que nos impiden sopesar el esfuerzo creativo del autor y descubrir la naturaleza humana común que se refleja en su obra. Así que mi actitud ante obras literarias foráneas en general y chinas en particular es intentar ver reflejada en su diversidad esos sentimientos, ideas y actitudes que nos hacen iguales en las diferencias; a la vez que me recreo y analizo los motivos profundos de las divergencias entre nuestros pueblos, sus causas y consecuencias últimas.
Estoy seguro que si a algunas obras de autores chinos que he leído se le sustituyesen los nombres de personajes y lugares, podríamos creer que han sido escritas por autores de nuestras respectivos entornos culturales. Muchas diferencias culturales que creemos ver seguramente estén motivadas por el nivel de desarrollo económico o urbano que por diferencias en nuestras tradiciones culturales. Aún así no podemos negar diferencias en estilos, preocupaciones e incluso en la psicología de los personajes; disfrutar de un buen libro siempre es una grata experiencia, si además nos abre las puertas a conocer una cultura tan ignorada y estereotipada a la vez que fascinante como la china, el placer será sin duda doble.
El primer libro del que me gustaría hablar es Gritos. Diario de un loco y otros relatos. de Lu Xun publicado en la editorial Miraguano y traducido por Iñaki Preciado. El autor, muerto en 1936, conoció tanto la descomposición y final de la última dinastía china como los inicios de China como país moderno. Es el literato del siglo XX más apreciado por los propios chinos; su temática es variopinta, retrata la problemática china de su tiempo con relatos que en principio nada tienen de políticos pero que no exentos de un profundo trasfondo rico en sugerencias e interpretaciones.
No creo que Lu Xun sea un autor que deba conocer alguien interesado en acercarse a la cultura china sino que es un escritor que todo amante de la buena literatura debería leer. La recopilación citada consta de catorce relatos escritos entre 1918 y 1922; retratan a un tiempo una sociedad desgarrada entre sus ansias de desarrollo aperturista y sentimientos partidistas involutivos. Relatos como “Hablando del cabello” o “La tempestad” tienen como tema las tradición imperial de que los hombres se dejasen una coleta en deferencia al emperador; el hecho de que un personaje decida cortarse la coleta, mantenerla o utilizar una postiza se convierten en auténticos dramas con consecuencias más o menos terribles. Lu Xun refleja con maestría el absurdo de los símbolos políticos, la hipocresía de su sociedad y cierto desencanto sobre su país a partir de algo en principio tan intrascendente como el peinado.
“La autentica historia de A Q” más que un relato es una novela corta; relata la vida anónima de A Q que tan pronto se une como se desune de la revolución. Personaje que más que mezquino parece tragicómico, no podemos evitar sonreir al leer sus disquisiciones y sentimientos encontrados. Es uno de los relatos de la recopilación que mejor traslucen el humor acerado de Lu Xun.
El relato que da nombre a la recopilación “Diario de un loco” es sin duda una obra maestra. Un joven enloquece y cree que todos los que le rodean desean “comer hombre”, poco a poco llega a obsesionarse con la posibilidad de ser comido por sus vecinos o familiares. Genial retrato del pensamiento obsesivo patológico, este cuento parece una metáfora pesimista de la sociedad humana, en donde la relación humana queda metamorfoseada en un canibalismo mutuo.
“Todos quieren comer hombre, y al mismo tiempo tienen miedo de ser comidos por los demás. Por eso todos se espían unos a otros, con miradas penetradas de desconfianza…”
“Si se pudiera acabar con estas ideas, ¡qué agradable sería! Poder trabajar tranquilamente, caminar, comer, dormir son preocupación. Sólo hace falta franquear una barrera. Pero ellos han formado un grupo; padres e hijos, hermanos, esposos, amigos, maestros y discípulos, enemigos, incluso desconocidos, todos se convencen unos a otros, se encadenan mutuamente e impiden que nadie se decida alguna vez a franquear ese insignificante obstáculo”
Lu Xun; Diario de un loco; traducción de Iñaki Preciado
Otra obra interesante para el lector que pretenda acercarse a la historia más contemporánea de China es Grandes Pechos y amplias caderas publicada en 1996 por Mo Yan, conocido por el público occidental ya que en 2012 fue galardonado con el premio Nobel. El centro de la narración es Shangguan Lu, madre de ocho hijas y un niño, que sobrevive con un heroísmo estoico a los vaivenes de la convulsa historia de China durante el último siglo; guerras, conflictos familiares, violaciones, Shangguan Lu es capaz de sobreponerse a todo ello y sacar a su familia adelante sin apenas apoyos. La figura de la mujer es encomiada en la novela, el único hijo de su familia será el narrador, Jintong, un chico pusilánime obsesionado por los pechos femeninos y que no dejará de ser amamantado hasta la adolescencia.
Este libro de Mo Yan intenta reflejar una historia oculta de sacrificios y lucha que nos pasa desapercibida pero que aún hoy se vivencia en nuestras mismas sociedades desarrolladas. En los libros de textos o los panegíricos oficialistas el héroe es el guerrero, el estadista, el magnate, a veces el truhán o el bandolero; pero, ciertamente, existe una narrativa desapercibida de heroínas anónimas que en circunstancias siempre adversas han sido capaces de abrirse paso y sobrevivir sin quebrarse del todo. Como homenaje y recuerdo de las valerosas mujeres olvidadas, gracias a las cuales todos hemos llegado a la vida, debería ser leída esta obra.
La novela tiene un estilo muy cercano al “realismo mágico”. La narración de las situaciones más crudas dan paso a la evocación de sucesos dichosos sin solución de continuidad. Lo fantástico también se entremezcla con lo real por lo que a veces uno no está seguro si lee algo que ocurre realmente o son meras ensoñaciones del excéntrico narrador.
“Bajé del kang y me lancé sobre el regazo de Madre antes de haber abierto los ojos del todo. Salvajemente, le subí la blusa, cogí unos de sus pechos con las dos manos y atrapé el pezón entre los labios. La boca se me llenó de un sabor picante, y los ojos se me llenaron de lágrimas. Escupí el pezón y miré hacia arriba, sorprendido, confuso y un tanto malhumorado. Madre me acarició la cabeza y me sonrió como pidiéndome perdón.
– Jintong -me dijo-, ya tienes siete años, eres casi un hombre. Ya es hora de que dejes de tomar el pecho.
Antes de que se hubiera desvanecido el eco de sus palabras, escuché la risita, penetrante como el sonido de una campana, que había soltado Octava Hermana, Shangguan Yunü.
Una cortina cayó ante mis ojos, oscureciéndolo todo. Miré en dirección al cielo justo antes de caer al suelo. Súbitamente me sentía muy desgraciado. Me di cuenta de que los pechos de Madre, cuyos pezones estaban recubiertos de pimiento, parecían una pareja de palomas que surcaban el cielo con los ojos enrojecidos”
Mo Yan; Grandes pechos, amplias caderas; traducción de Mariano Peyrou
La última obra que me gustaría comentar hoy atrapa y desasosiega a partes iguales. Publicada en 2012, Una pizca de maldad tiene como protagonista a un joven que se ha marchado de su casa a estudiar pero carece de motivaciones o aspiraciones; esta apatía que se combina con cierto cinismo existencial le precipita al crimen. Ah Yi es el pseudónimo de Ai Guozhu, nacido en 1976 y antiguo policía local, solo tiene traducida al español esta obra.
La novela está escrita en primera persona, Ah Yi quiere trasmitir con una prosa seca, breve y llena de sarcasmos la personalidad desequilibrada del muchacho. El mundo social que refleja el protagonista aparece deformado por su propia inadaptabilidad social y carencia de sentimientos; esto dota a la narración de un tono gris y desesperanzado que puede turbar al lector en ocasiones.
El protagonista de “Una pizca de maldad” recuerda al joven Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno”. Ambos son jóvenes adolescentes apáticos, que perciben el mundo desde un prisma tempranamente desencantado; los dos muestran una profunda desorientación vital, y carecen de motivación. No obstante, el personaje de Salinger no llega a los exceso que el de Ah Yi. En ello esta obra se asemeja más a “El extranjero” de Camus, en ambos libros se cometen crímenes inmotivados, ambos autores parecen querer reflexionar sobre la personalidad patológica acusada de nihilismo temperamental; Camus desde sus presupuestos existencialistas, Ah Yi desde una óptica en apariencia menos ideologizada.
Un libro duro pero recomendable que con una visión poco amable de nuestra naturaleza nos obliga a reflexionar sobre la universabilidad, gratuidad e inevitabilidad de la crueldad humana.
“Bajando ya las escaleras, con tres billetes de cien en la mano, me dirigí a un muchacho que venía más atrás: “Elige uno”. Me miró y luego miró el dinero, con suspicacia. Su compañero llegó enseguida y se lo llevó de un empujón, y me acuerdo de que él se dio vuelta y me miró una vez más entre alarmado y azorado. No lograba entender qué había detrás. Fue mucho mejor con una señora de rulos. Vestía unas calzas con agarra pie, tenía una gran panza que le sobresalía y, aunque al principio no se animó a tomar el billete, no le sacaba la vista de encima y no podía disimular su entusiasmo. Había un grupo que le aconsejaba que no cayera en la trampa. Ella siguió bajando detrás de ellos, pero al final se dio vuelta y dijo: “A plena luz del día,imposible que sea un engaño, ¿no es cierto amigo?”.“Por supuesto”, dije. Su mano se posó sobre uno de los billetes, luego me echó un vistazo, sonriendo,cambió de idea y agarró otro. Uno de sus compañeros también quería venir a tomar uno, pero lo rechacé. El último número de cada uno de los billetes era,respectivamente, 1,2,3. A cada número le correspondía un resultado:
1.Seguir escapando
2. Entregarme.
3. Matarme.
La señora había sacado el tercero. Me acuerdo de que sobre el billete alguien había garabateado su nombre con lapicera: Li Jiyang. Un campesino seguramente. Ahora, el destino me ordenaba morir, y no había qué decir. No tenía intención de aferrarme a la vida.
Ah Yi; Una pizca de maldad; traducción de Miguel Ángel Petrecca.