David Hume: la crítica a la causalidad
0El conocimiento a través de las impresiones no supone mayor problema al ser un conocimiento que procede directamente de los datos empíricos. Sin embargo, Hume se ve forzado a analizar el modo como conocemos a través de las ideas, ya que este modo de conocer es más susceptible al error. Por lo tanto podemos afirmar que la teoría del conocimiento del autor escocés es, en cierta medida, no solo una antropología sino también una psicología, entendida como análisis de las leyes de nuestro pensamiento.
Según el filósofo empirista, las ideas se asocian unas a otras por una cierta atracción que existe entre ellas. Por ejemplo, al oler una colonia (impresión) pensamos en una persona querida que no está presente (idea), la idea de esa persona nos recuerda un encargo que nos ha hecho (segunda idea), ese encargo nos hace darnos cuenta que se nos está haciendo tarde (tercera idea), y así sucesivamente. En el ejemplo se ve que cada idea atrae a otra y se asocia en nuestro pensamiento como cuentas que se enhebran con un hilo. Las cuentas son las ideas y el hilo el principio de asociación. Este concepto de asociación por atracción toma como referente la ley de la atracción universal de Newton.
Cuando conocemos, los hombres aplicamos el principio de asociación a través de tres mecanismos: semejanza, contigüidad y causalidad. En este momento Hume realiza una fuerte crítica al principio de causalidad, sobre todo a la objetivización que había sufrido este principio a lo largo de toda la historia de la filosofía.
El pensamiento humano, dice el autor anglosajón, establece relaciones entre impresiones e ideas de causa-efecto. Por ejemplo, abrimos el grifo y sale agua, luego concluimos que el agua sale cuando el grifo es abierto; en este ejemplo, estamos aplicando el principio de causalidad, así que es fácil ver que hacemos uso de este principio continuamente sin caer en la cuenta (por ejemplo, doy al interruptor porque “sé” que así se enciende el ordenador). Llegado aquí Hume se pregunta si ese principio se basa en nuestras impresiones y se ve forzado a responder negativamente.
Imaginemos dos bolas que impactan en una mesa de billar. Observamos que cuando una bola choca contra otra, la que estaba en reposo entra en movimiento. Hay un momento en donde las bolas entran en contacto y otro momento en donde las bolas se ponen en movimiento tras el impacto. Ambas impresiones son reales, son hechos que percibimos claramente; sin embargo, la idea de que necesariamente cuando una bola choca con otra, esta se pone en movimiento, es una idea que no se basa en impresión sino que es una mera construcción de mi mente. En el choque de las dos bolas veo contigüidad entre la posición de las bolas antes del choque y la posición tras el choque, pero ¿dónde está la causalidad entre un hecho y otro? Solo en mi imaginación.
La relación entre las causas y los efectos se basa en la costumbre pero no en impresiones reales. Tiene validez en el pasado, pero no en el futuro. Que las cosas hayan ocurrido de un modo hasta ahora, no significa que vayan a seguir ocurriendo así siempre. Lo explicó Bertrand Russell en el siglo XX con el ejemplo del pollo inductivista: un pollo recibe de comer de su amo todas las mañanas al amanecer, nunca ha fallado; el pollo saca la deducción de que siempre que sale el sol, su amo le trae de comer. Un día amanece y el pollo espera la comida de su amo, sin embargo, ese es el día en el que el campesino mata al pollo para llevarlo al mercado.
La crítica a la causalidad tiene consecuencias profundas ya que ataca a las ideas de sustancia, alma y, sobre todo, a la idea de Dios. Muchas de las demostraciones de la existencia de Dios se basan en que un orden necesita un ordenador, es evidente que si rechazamos el valor del principio de causalidad, difícilmente podremos admitir esas demostraciones.
http://www.webdianoia.com/moderna/hume/hume_causa.htm
Este trabajo pertenece a «Apuntes para superar el examen PAEG en Castilla – La Mancha».