David Hume: sentimiento moral y simpatía
0Hume toma el mismo punto de partida para articular su sistema ético que para construir su teoría del conocimiento: la naturaleza humana. Según Hume, el bien y el mal dependen de la constitución del hombre y de sus sentimientos. Si a los hombres les fuera grato el dolor, aquel que lo provocase sería considerado un benefactor de la humanidad. Por esto rechazaba los sistemas morales que tenían a la razón como juez de sus tribunales. De aquí que se diga que Hume fue el padre del “emotivismo moral”.
Es un hecho que existe moralidad ya que en la sociedad humana los hombres hacen uso de la palabra “bueno” y “malo”. Pero Hume considera que los autores que creían que la razón sometía a las pasiones y que, por tanto, todo sistema moral debía fundarse en la razón, estaban equivocados. Por contra, llega a la deducción que es la razón quien obedece a las pasiones.
Cuando juzgamos una acción como buena, la juzgamos así porque genera en nosotros un sentimiento de aprobación. Por ejemplo, aprobamos el gesto de compasión ante alguien que está enfermo. Esta aprobación no depende de una valoración racional de la acción en sí y si se produce es secundaria y adventicia a la aprobación misma.
Aunque parezca que Hume cae en el relativismo moral, no es así. A pesar de que admitía que la moral se funda en sentimientos subjetivos, al mismo tiempo consideraba que la naturaleza humana era común, por lo que esos sentimientos subjetivos serían, más o menos, concordantes con todos los hombres.
Pero mirando en la experiencia ¿cuándo se produce un juicio moral en la mente del hombre? Para el filósofo empirista, esto tenía lugar cuando el individuo dejaba a un lado sus intereses particulares y tomaba un punto de vista general. Por ejemplo, si yo soy un ladrón, puedo considerar enemigo al que me quita mi botín y lo entrega a personas que las necesitan más que yo, sin embargo, no puedo considerar a esa persona “malvada” ya que no hace daño a la colectividad, sino todo lo contrario. Vemos que nuestras valoraciones morales solo tienen lugar cuando dejamos de lado nuestros intereses, pero también, y esto es especialmente importante, cuando tenemos en mente los intereses colectivos. Si alguien es útil a esos intereses, esa persona merece nuestra aprobación y la calificamos como “buena”.
Es posible, por tanto, construir una teoría ética que tenga como fin la aprobación colectiva y, por lo tanto, la utilidad general. Para realizar actos buenos, en definitiva, debemos buscar la utilidad pública. Pero, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que el hombre abandone su propio bien en aras del bien público? Hume responde que en todos los hombres existe un natural sentimiento de “simpatía” hacia los otros hombres; las personas nos reconocemos como tales y sentimos cierta benevolencia entre nosotras. Es posible que haya personas que desoigan este impulso natural o que lo tengan ofuscado por una tara en su naturaleza, estas personas son las que consideramos “malvados”, pues son incapaces de compatibilizar sus intereses individuales con los colectivos.
Adelina Sarrión Mora; Textos de filosofía para la prueba de acceso a la universidad; Anaya Castilla-La Mancha, 2010.
Este trabajo pertenece a «Apuntes para superar el examen PAEG en Castilla – La Mancha».