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La Sangre del León Verde

Divulgación Filósofica y Pensamiento Libre

El alumno frente a la autoridad legal del funcionario educativo

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  • Por Ciudadano 014-Q
  • en Educación
  • — 20 Nov, 2011

En este artículo y el siguiente quiero analizar algunas de las interrelaciones  que el actual concepto de la autoridad impone entre el funcionario educativo y el alumno. Ya he comentado las contradicciones a las que se ve expuesto el educador, pero también el alumno, en el actual sistema educativo. Por un lado, la sociedad reconoce al educador una autoridad legal que unas veces está sustentada en la idoneidad objetiva y otras no. Por otro, el alumno es forzado a formar parte de este sistema educativo y, por tanto, a asumir la autoridad legal del docente. Alumno y educador son víctimas de la misma situación: el alumno es obligado a aprender, el profesor a enseñar a alumnos que no siempre desean aprender lo que se enseña y de quien lo enseña. Unos y otros intentan,  a través de  Escila y Caribdis, sortear la contradicción entre el impulso natural y espontáneo de aprender y enseñar; y la imposición y control que el estado quiere aplicar sobre este impulso natural.

 En aulas masificadas, no diversificadas y en las que el interés del alumno se da por supuesto ingenuamente, el funcionario educativo se ve obligado no a realizar su tarea, es decir enseñar, sino a intentar realizarla. El educador intenta enseñar en ambientes en donde, por razones que expondré más adelante, el deseo de aprender no existe en todos los alumnos. Esto implica que la disrupción del proceso de enseñanza-aprendizaje no es la anécdota sino la norma. Para evitar esta situación de manifiesta injusticia, en donde unos pocos que no quieren aprender (y a los que quizás no les falte razón para no quererlo) imponen a la mayoría su voluntad, el docente se ve obligado a usar la coacción para defender el proceso educativo. Esto es algo que vemos como normal, pero que no lo es tanto. No dudo que el menor está aún interiorizando las normas sociales y que los impulsos individualistas gobiernan con más frecuencia su voluntad que en la persona adulta; sin embargo, el nivel de coacción a la que se ve expuesto el alumno, primero por el estado y después por el docente, dificulta precisamente ese proceso de maduración.

 El niño que se enfrenta a esta situación puede adoptar diversas actitudes. Por ejemplo, puede comportarse sumisamente e interiorizar que la autoridad coactiva es apropiada y justa, la manera habitual como los hombres se relacionan entre sí. Es evidente el daño moral que tal interiorización puede tener sobre el menor. El comportamiento sumiso tiene su lógica contrapartida en el autoritarismo; una persona sumisa a la autoridad coactiva tenderá a adoptar comportamientos autoritarios cuando esté en una situación de poder. Es lógico porque el pensamiento sumiso parte de la premisa de que es normal y legítimo que unos hombres investidos de poder impongan su voluntad a otros hombres, el que piensa así ¿cómo actuará en una situación de poder? Es frecuente que personas con actitudes lacayunas ante sus superiores jerárquicos, se transformen en tiranos frente a sus subordinados. Este comportamiento es seguido como conducta adaptativa por algunos alumnos dentro del actual sistema educativo y fue una actitud útil en las sociedades industriales y postindustriales del XIX y XX; está por ver si serán útiles en la sociedad reticular y de la información del siglo XXI.

 Sin embargo, no todos caen presos de la sumisión. El impulso de libertad en el hombre es más fuerte que cualquier tiranía y cuando observamos la historia, vemos que aún cuando existieron, y existen, gobiernos y grupos humanos que intentaron mutilar el alma del hombre con mil y un instrumentos ideológicos-punitivos (al cual más sofisticado y cruel), siempre fue su afán en balde y nunca pudieron apartar a los hombres por mucho tiempo de su esencia más radical, la libertad. ¡Cuánto debemos complacernos al ver como frente a enormes estructuras de poder tiránicas siempre se erigieron unos pocos que hicieron de defensores de los derechos de todos, a despecho, incluso, de su propia seguridad y vida! Nuestro sistema educativo no es una excepción, el problema es que el alumno rebelde, por su inmadurez, no se rebela contra el sistema que le oprime, se rebela contra todo lo que este sistema representa y contra todo lo que el sistema se ha apropiado pero no le pertenece. El profesor es víctima de esta situación, él enseña lo que enseña y enseña lo que se supone que debe enseñar; que esto no satisfaga a todos es un problema para él y para los alumnos que rechazan sus enseñanzas, pero desgraciadamente, no lo es para los diseñadores de un sistema educativo tan irracional. Además, el alumno se rebela contra el docente, pero también contra el conocimiento mismo que asocia a la opresión que sufre; y esta rebeldía es fatal y autodestructiva ya que ese noble impulso, en vez de fortalecerse con la razón, queda anulado y reducido por una ignorancia militante. Es evidente, que el alumno víctima de esta contradicción tendrá dificultades en el proceso de autocrecimiento y socialización; muchos serán incapaces de adoptar en su vida adulta otro rol que no sea el de rebeldes sin causa,; unos pocos, tras una lucha dura y solitaria, lograrán adaptarse, mejor o peor, a la sociedad que les ha tocado en suerte.

 Sumisión y rebeldía son extremos de una tensión. Los comportamientos más frecuentes serán intermedios y el más frecuente de todos, quizás, sea la apariencia de sumisión. El alumno aparenta atención e interés cuando no tiene ni una cosa ni otra, así no sufre todo el peso de la coacción y sigue conservando su independencia aunque sea a un nivel interno. Esta conducta adaptativa tiene el problema de que el menor normaliza, desde pequeño, el fingimiento ante la autoridad pero no el respeto hacia la misma que solo puede surgir en libertad. En nuestras sociedades actuales, los adultos, por lo general, somos presos de este fingimiento colectivo: aparentamos respetar a la autoridad política pagando impuestos y obedeciendo las normas mientras, internamente, despreciamos moralmente a la casta gobernante. Dudo que ese modelo de conducta sea sano ni nos haga más felices, más libres o más sabios.

Este artículo es uno de una serie en donde analizo el actual sistema educativo funcionarial.

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4 Comentarios

  1. ana dice:
    22 noviembre, 2011 a las 1:52 am

    fantastico artículo
    Gracias s Facebook y a lea toledano qué lo enlazó. He tenido la oportunidad de leerlo.

    Responder
  2. Lr33 dice:
    13 marzo, 2012 a las 6:16 am

    Muy buen articulo

    Responder
  3. Nacho dice:
    13 marzo, 2012 a las 6:17 am

    Un buen analisis del sistema educativo, que se nota por lejos que es obsoleto e incoherente

    Responder
  4. Dringer dice:
    13 marzo, 2012 a las 6:17 am

    Me encanto, muy bueno!

    Responder

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