La alienación industrial del trabajo
0Uno de los mayores cargos contra nuestra civilización es el hecho de que los placeres proporcionados por el arte, ya sea durante su ejecución o en la apreciación subsiguiente, no los disfruta, ni se supone siquiera que los haya de disfrutar, el obrero en su trabajo. Se da por supuesto que en el trabajo hacemos lo que menos nos gusta y en la diversión lo que desearíamos hacer siempre. Y esto es parte de lo que queríamos decir al hablar de nuestros despreciados modelos vitales: no es tan vergonzoso que el obrero esté mal pagado como que no pueda disfrutar por igual con lo que hace por un salario que con lo que hace por libre elección. Como dice el Maestro Eckhart, “al artesano le gusta hablar de su oficio”: ¡pero al obrero de la fábrica le gusta hablar de fútbol! Una de las consecuencias inevitables que entraña la producción bajo estas condiciones es que la calidad se sacrifica a la cantidad: una industria sin arte suministra el aparato necesario para la existencia: casas, vestidos, sartenes, etc.; pero este aparato carece de las características esenciales de las cosas hechas con arte, a saber, las características de belleza y significación. Por eso decimos que la vida que llamamos civilizada se aproxima más a una vida animal y mecánica que a una vida humana; y que es todos estos aspectos contrasta desfavorablemente con la vida de los salvajes, de los indios americanos, por ejemplo, a quienes nunca se les habría ocurrido que la producción, la actividad de hacer cosas destinas a un uso pudiera convertirse en una actividad sin arte.”
A.K. Coomaraswamy; “¿Es el arte una superstición o una manera de vivir?” versión castellana de Esteve Serra