La discriminación, un freno a la colaboración efectiva
0Los estudios han demostrado que, dentro de un grupo, la diversidad puede generar incomodidad, interacciones más desabridas, falta de confianza, percepción de un mayor conflicto interpersonal, menor comunicación, menos cohesión y más inquietud por las faltas de respeto, entre otros problemas. Entonces, ¿cuál es el lado positivo?
«Beneficios de la diversidad social»; Katherine W. Phillips en Investigación y Ciencia diciembre 2014.
Según los estudios citados por Katherine W. Phillips, la diversidad fomenta el conflicto así que cabe preguntarse por los beneficios que aporta a un grupo social determinado la integración de individuos diversos. El primer problema que la diversidad plantea a una comunidad es de comunicación; es más fácil hacernos entender por alguien que hable nuestro propio idioma que por alguien que no; junto a amigos de nuestra propia ideología o gustos es más fácil interactuar o llegar a consensos. Este rasgo no conflictivo de la comunicación en los grupos homogéneos es un elemento valioso si buscamos en el contacto social, simplemente, la reafirmación grupal de nuestro carácter; pero si lo que deseamos en el contacto social es la apertura a otros modos de pensar y sentir para fomentar un autodesarrollo plural de nuestra personalidad, la conflictividad será un efecto secundario inevitable. Conflictividad no quiere decir, necesariamente, conflicto; frente al afín no tengo por qué moderar mis palabras ni abrir mi perspectiva mental a otros modos de ver el mundo; en un grupo heterogéneo, sí que debemos pensar en lo que decimos, como lo decimos y saber escuchar contraargumentos que ataquen nuestra cosmovisión. La diversidad fomenta la conflictividad pero ella también es la condición de posibilidad de la diplomacia y de cualquier aprendizaje verdaderamente enriquecedor.
Los grupos no diversos son una entelequia, no existen realmente. En tanto individuos todos poseemos diferencias frente al otro, la diversidad es un rasgo esencial de nuestra humanidad. Se considera ciertas diferencias sociales y no otras porque hay algunas que son fácilmente observables y otras que se significan por prejuicios grupales. Las diferencias de género, raciales… están a la vista de todos aunque puedan ocultarse o atenuarse; por el contrario, algunas diferencias como las que dependen del carácter no suelen ser razones para la discriminación ya que solo las conocemos tras relacionarnos durante largo tiempo con el sujeto en cuestión. Sin embargo, el temperamento es un rasgo distintivo mucho más relevante en la interacción directa o en estrategias de colaboración que lo que podría serlo el tipo de ropa que se usa. Un blanco en un grupo mayoritariamente negro o una mujer en un entorno masculino, ¿se comportan “diversamente” por sus propias características o por que sus rasgos diferenciadores son observables y connotados prejuiciosamente?
La solución no está en decir que no tenemos prejuicios sobre los individuos diferentes a nuestro entorno “normal”. En cierta medida tales ideas previas sobre personas con orientaciones sexuales o niveles de renta distintos al nuestro son inevitables. La mente humana comprende simplificando, englobando en grupos uniformes una realidad que es siempre compleja e inabarcable por el concepto. Precisamente hacer conscientes nuestros prejuicios con sus incongruencias hace que seamos capaces de readaptarlos a la realidad y adoptar una distancia crítica con respecto a ellos:
Hace varios años, junto con otros colaboradores, llevamos a cabo un estudio en una organización sanitaria en la que trabajaban científicos, médicos, enfermeros y otros profesionales de la salud. Les preguntamos si, para promover la diversidad, pensaban que la organización debía ignorar deliberadamente las diferencias raciales y étnicas o si, por el contrario, era mejor asumirlas de forma positiva. Después, analizamos cómo se sentían los empleados no blancos con respecto a su trabajo y a la organización. Hallamos que, en aquellos departamentos donde los trabajadores blancos creían que las diferencias debían ignorarse, la sensación de pertenencia de los empleados de otras razas era menor, con independencia de cuántos de ellos hubiese en el departamento. Además, allí donde las diferencias preferían ignorarse, los miembros de los grupos minoritarios percibían más prejuicios. En los departamentos más dispuestos a reconocerlas, ocurría lo contrario.
«Todo el mundo es bienvenido»; Victoria Plaut en Investigación y Ciencia diciembre 2014.
A mi juicio, la creación de la diferencia es tan fuerte en el ser humano como la construcción de la unanimidad. Como individuos autónomos buscamos contradictoriamente tanto pertenecer a un grupo como distinguirnos de él. Igualmente, el grupo adquiere consciencia de sí mismo frente a otros grupos diferentes. Asimismo, un grupo altamente homogéneo creará dentro de sí la diversidad acentuando las diferencias puntuales de sus miembros. No es posible grupo sin diversidad pero tampoco diversidad sin grupo. En cualquier caso, el verdadero problema es cuando un grupo endogámico fomenta su propia guetificación e impide o dificulta a individuos con rasgos distintivos la entrada en él. El problema es para el grupo que queda anquilosado y sin capacidad para evolucionar y lo es para los individuos a los que se les niega la participación. ¿Cómo impide un grupo en donde abundan los individuos con rasgos comunes la inclusión de sujetos con rasgos distintos a los mayoritarios? La discriminación puede ejercerse de manera evidente; en este caso aunque se comete un abuso contra otro ser humano, la visibilidad de la discriminación atenúa su propia fuerza haciéndola objeto fácil de crítica. Otro tipo de discriminación es la que se ejerce “marcando el territorio”; tal tipo de discriminación puede actuar de manera inconsciente e incluso en contra de la voluntad del mismo grupo:
Los esfuerzos para fomentar el sentimiento de pertenencia pueden llegar a la decoración de las aulas. En 2009, junto con mis colaboradores, descubrimos que cambiar algunos de los objetos que típicamente pueblan las aulas informáticas (como carteles de Star Trek, paquetes de comida rápida y latas de refrescos) por otros más neutros (fotografías de la naturaleza, tazas de café y botellas de agua) bastaba para aumentar el interés de las alumnas hasta equiparlo con el de los estudiantes varones. Otro estudio reveló que enfatizar que la ciencia constituye más un esfuerzo colectivo que una labor solitaria aumentaba la predisposición de las chicas a escoger una carrera científica.
Victoria Plaunt, art. cit.