• Sobre este proyecto
  • Sobre mí

La Sangre del León Verde

Divulgación Filósofica y Pensamiento Libre

Verdad y libre discusión (John Stuart Mill)

0
  • Por Ciudadano 014-Q
  • en Píldoras de Filosofía
  • — 14 Mar, 2015

“el mundo, para cada individuo, significa la parte del mundo con la que entra en contacto: su partido, su secta, su iglesia, su clase social; por comparación, casi se podría denominar liberal y abierto de mente al hombre para el que el mundo significa algo tan amplio como su propio país o su propia época. La fe del individuo en esa autoridad colectiva no se ve afectada en lo más mínimo por el hecho de saber que otras épocas, países, sectas, Iglesias, clases y partidos han pensado y aún continúan pensando exactamente lo contrario. Hace recaer en su propio mundo la responsabilidad de estar en lo cierto frente a los mundos disidentes de otra gente; y no le preocupa que haya sido meramente por accidente que el objeto de su confianza sea uno de esos numerosos mundos, y que las mismas causas que le hacen un cristiano en Londres, le habrían hecho un budista o un confucionista en Pekín.”

John Stuart Mill; Sobre la libertad; “ De la libertad de pensamiento y discusión” de la traducción de César Ruiz Sanjuán para la editorial Akal.

Alguien que prefiera el batido de chocolate al de fresa o que se sienta más inclinado hacia un deporte que hacia otro, no considerará su gusto como una verdad sino más bien como una predilección de su arbitrio. Hablamos de verdad cuando consideramos que nuestras ideas deberían ser universalmente compartidas pues contienen una certeza objetiva que, pensamos, no depende de nuestra subjetividad. Pero nuestro universo mental no es dicotómico, entre nuestros gustos subjetivos, “el color rojo es el más bonito”, y nuestras verdades asentadas, “dos más tres es igual a cinco”, existe una gradación casi infinita de niveles de verdad.

A cierta edad los niños pequeños se tapan los ojos para esconderse jugando; no parecen comprender la diferencia entre verse a uno mismo y que te vean los demás y concluyen, gracias a esta confusión, que si ellos no se ven ni ven a quienes juegan a encontrarles nadie los podrá advertir. Ante la verdad los adultos actuamos demasiado como niños; confundimos nuestros deseos y especulaciones con lo real, olvidamos que la verdad que creemos evidente no abarca toda verdad que puede ser dicha u observada por otras personas. Cerramos la mente y a nuestro provincianismo mental lo llamamos “tener firmes convicciones”.

Que la verdad es apertura y diálogo es algo sabido en el ámbito filosófico desde los orígenes de la misma disciplina. J. S. Mill, en su obra “Sobre la libertad”, reivindica la necesidad del libre pensamiento como forma para acrecentar nuestro discernimiento personal. ¿Por qué deberíamos censurar la opinión de un disidente? ¿Por qué debería resultar incómodo escuchar a quien piensa diferente a nosotros? Para el autor inglés no podemos estar seguro de que nuestras certezas realmente lo sean, así que solo desde la arrogancia intolerante rechazamos y perseguimos la disidencia ideológica. Si nos contradice alguien desde el error escucharlo reforzará nuestras convicciones o nos obligará a fortalecerlas frente a los ataques; si nos contradice alguien con una perspectiva más profunda que la nuestra, tendremos la oportunidad de aprender de él.

Sin embargo, Mill cree que lo más frecuente es que alguien tenga una parte de razón pero no toda; el disidente puede analizar una cuestión desde una perspectiva que no hemos valorado aportando un trozo de verdad que se nos había escapado. En la mente humana la unilateralidad es la norma, mantener en tensión el intelecto para percibir una misma cuestión desde múltiples ángulos interpretativos es difícil y no somos entrenados, habitualmente, para ello. Afortunadamente, la libre discusión propicia una manera fácil de percibir las cuestiones objetos de debate desde perspectivas plurales.

A pesar de que el análisis de Mill resulta bastante agudo en general, olvida en parte el verdadero motivo de la intolerancia: el común asocia a la verdad prioritariamente un valor emocional y no intelectual. Para un filósofo las cuestiones sobre la naturaleza humana o divina serán, en buena medida aunque no exclusivamente, cuestiones intelectuales sobre las que reflexionar o posicionarse. Por contra, un particular percibirá sus verdades como compañeras que le han guiado durante largos tramos de su vida y de las que es difícil desembarazarse. Esta es la razón por la que la gente discute acaloradamente y se siente “ofendida” cuando se expresan ideas divergentes a las suyas: entienden el diálogo como un ataque y una amenaza a verdades que saben frágiles. De igual manera que un padre se siente, usualmente, ofendido si alguien le dice cuán feo es su hijo ya que es una afirmación que, aún cuando fuese verdadera, hiere su integridad emocional; del mismo modo, muchos asumen como algo emocionalmente hiriente las aseveraciones que pongan en duda o ataquen sus creencias. Tal infantilismo intelectual es el que explica la facilidad con la que se ofende la gente ante cualquier declaración contraria a sus dogmas; aunque, como es lógico, la susceptibilidad de algunos no puede ser excusa para imponer la censura.

Share

Tags: libertad de expresiónMillverdad

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Artículo anterior La discriminación, un freno a la colaboración efectiva
  • Artículo siguiente Televisión: censura invisible y degradación del discurso (Pierre Bourdieu)
  • Entradas recientes

    • La participación en Owen Barfield
    • Sobre la aparición
    • Sobre la Fuerza y la Justicia. En torno a Tucídides y MoZi
    • La experiencia metafísica en Parménides de Elea
    • El legalismo de la China clásica
  • Comentarios recientes

    • La participación en Owen Barfield - La Sangre del León Verde en El sentimiento oceánico
    • Luis MP en De lo que no se puede hablar, es mejor callarse
    • L.Manteiga Pousa en La dialéctica hegeliana
    • L.Manteiga Pousa en La dialéctica hegeliana
    • Luis Manteiga Pousa en De lo que no se puede hablar, es mejor callarse
  • Categorías

    • Análisis del actual sistema educativo (23)
      • Análisis del actual sistema educativo (23)
    • Artículos (114)
      • Antropología (25)
      • Estética (3)
      • Ética (7)
      • Filosofía de la Naturaleza (6)
      • Filosofía del lenguaje (12)
      • Filosofía política (29)
      • Historia de la Filosofía (21)
      • Simbolismo (2)
      • Teoría del Conocimiento (15)
    • Blog (335)
      • Avisos (12)
      • Educación (46)
      • Fragmentos (26)
      • Libros y cómics (35)
      • Películas (14)
      • Píldoras de Filosofía (72)
      • Política y actualidad (40)
      • Reflexiones y experiencias (74)
      • Videos (16)
    • Citas (3)
      • Citas (3)
    • Miscelánea (7)
    • Recursos Didácticos (43)
      • Agustín de Hipona (2)
      • Aristóteles (8)
      • Descartes (3)
      • Documentos (1)
      • Hegel (1)
      • Hume (3)
      • Kant (4)
      • Lógica (3)
      • Maquiavelo (1)
      • Marx (3)
      • Nietzsche (2)
      • Platón (8)
      • Rousseau (2)
      • Tomás de Aquino (2)
    • Slider (3)
    • Textos (7)
  • Archivos

        • Sobre este proyecto
        • Sobre mí

        Creative Commons License
        Desarrollo Web: Soluciones IP