Seis criterios para la construcción de un nuevo paradigma según Fritjof Capra
0En su conocida obra de 1975 El Tao de la física Fritjof Capra trata de elaborar un paralelismo entre la física teórica actual y las especulaciones del misticismo oriental. El libro se ha popularizado por su carácter marcadamente divulgativo, tanto para lectores que no conozcan los avances actuales de la física de partículas y de la teoría de la relatividad, como para aquellos que no tengan ningún conocimiento de pensamiento oriental, este libro les aportará datos nuevos e interesantes. Para personas más conocedoras de estos temas el libro puede resultar anodino y pecar de trillar lugares comunes, en cualquier caso su lectura es grata y las citas de Sutras budistas, Upanishades hinduistas o textos taoístas siempre sugerentes.
El uso de esquemas espacio-temporales, diagramas de matriz-S y fotografías de colisiones o desintegraciones de partículas dentro de aceleradores son muy instructivos para mostrar que la materia para la física actual no está compuesta de corpúsculos solidos y estáticos sino que debe ser interpretada más bien como un proceso en donde las fronteras entre materia propiamente dicha y energía se difuminan.
La tesis central del libro, el citado paralelismo entre la física actual y el misticismo oriental, me parece correcta por la generalidad como se presenta. Es decir, afirmar que en la física actual el espacio y el tiempo son cuestionados como fenómenos absolutos y que otro tanto hace, v. gr., el misticismo hindú me parece cierto pero insustancial. Los elementos en los que Capra encuentra tales paralelismos son tan genéricos y están presentes en tantas tradiciones filosóficas, metafísicas y religiosas que no aportan nada en sí mismos. La comparación entre física y mística oriental me parece que encaja porque las tesis tanto de una como de otra se han llevado a tal mínimo común denominador que lo extraño hubiese sido no encontrar paralelismos. El libro de Capra es original, sugerente e imaginativo pero no puede concluirse de ningún modo que la física y la mística oriental hayan llegado a resultados coincidentes. En cualquier caso, el esfuerzo intelectual del autor es inspirador y valioso.
Es cierto que la física cuántica y la relatividad plantean retos metafísicos y científicos de primer orden. El mecanicismo, determinismo y, en definitiva, la idea de un Cosmos cerrado por una red causal fuertemente jerarquizado no puede ya mantenerse. Las investigaciones sobre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño propiciaron la quiebra irremisible del paradigma físico que habíamos asumido desde los antiguos atomistas griegos y fortalecido con Newton, sin que hasta hoy se haya postulado un nuevo paradigma integrador de esas dos realidades; un paradigma sobre el que construir la ciencia del futuro. Que Fritjof Capra se haya acercado a la especulación mística de la India y China para buscar inspiración es en sí mismo acertado ya que el nuevo paradigma tendrá que superar el etnocentrismo intelectual de Occidente del que aún somos herederos. Asumir unas premisas metafísicas más globales podría alumbrar en un futuro cercano un nuevo paradigma más integrador. Los primeros pasos para construirlo se han dado desde principio del siglo XX merced a los descubrimientos experimentales de la física pero la toma de conciencia de tal cambio apenas a principiado, Capra propone en su libro algunos criterios de los que partirá esta nueva visión del entramado que subyace a los fenómenos manifestados.
El primer criterio asume la necesidad de repensar la relación entre el todo y las partes. Hasta ahora habíamos creído que podríamos comprender el todo descomponiéndolo en partes más simples. Así los genes explicarían al organismo o los átomos al Universo. El problema surgió cuando en la física de partículas al analizar lo infinitamente pequeño se descubrió que no existían esos ladrillos básicos independientes de la totalidad de la que formaban parte. Las partes de la Naturaleza no funcionan según la mentalidad mecanicista, sino más bien de manera orgánica: poco nos dice una célula aislada del comportamiento un organismo pluricelular complejo; incluso un organismo complejo poco nos dice del ecosistema global al que pertenece. El espécimen es un nudo en las interacciones del entorno, la célula otro nudo que explica a ese mismo espécimen, para comprender al espécimen y a la célula es necesario observarlos como realidades emergentes de un proceso global. Capra propone ampliar la mirada que empieza en la parte para explicar el todo con otra complementaria que comenzando por el todo explique sus partes.
El segundo criterio está relacionado con el anterior y plantea sustituir un pensamiento de estructuras a un pensamiento de procesos. Hasta ahora se había considerado que existen estructuras estáticas que se relacionan con fuerzas y mecanismos fundamentales a través de los cuales se originan procesos. La nueva visión parte del descubrimiento de Einstein de que la masa es una forma de energía. Este hecho puso en tela de juicio que la materia fuera una estructura estática de la que dependían procesos y más bien se percibió a la propia materia-energía como un proceso del que afloran estructuras. Según este criterio el proceso es lo primario y las estructuras y fuerzas modos estáticos en los que se manifiestan procesos diacrónicos.
Heisenberg puso en evidencia que no podemos prescindir del observador al elaborar una teoría completa de los fenómenos. Cuando hablamos de la Naturaleza hablamos de nosotros mismos, la observación y lo observado no son realidades independientes. Por eso el tercer criterio del nuevo paradigma asume que el proceso de conocimiento debe incluirse en la descripción de los fenómenos naturales. El conocimiento es un proceso del que emergen sujeto y fenómenos como estructuras derivadas. Paulatinamente quedará obsoleta la ciencia que describe el mundo de modo “objetivo” sin tener en cuenta el papel del observador en la construcción del conocimiento.
Otra idea recurrente en la ciencia occidental ha sido la búsqueda de unos cimientos firmes sobre los que construir certezas posteriores. Es la gran aventura que Descartes describe en su “Discurso sobre el método” en pos de una verdad indubitable sobre la que asentar el edificio de la ciencia. El caso es que a lo largo de la historia los cimientos más sólidos de la ciencia han sido hecho añicos por revoluciones científicas posteriores, Ptolomeo, Newton, Einstein… son hitos de edificios explicativos que con el paso del tiempo mostraron unos fundamentos incompletos. Por esto Capra propone como cuarto criterio sustituir la metáfora de los cimientos por la de la red. De este modo las nuevas teorías no tendrían por qué quedar estructuradas en jerarquías rígidas sino que se establecerían como una red en donde nada es fundamental. Los modelos, teorías y leyes se percibirán como una madeja interconectada que representa a los fenómenos explicados; así la incompletitud de una parte queda completada por la completitud de otra. Los diversos modelos explicativos serían nodos en una red interrelacionada, la variación de los nodos influiría en la red ampliando el campo explicativo.
El principio de incertidumbre fue otro golpe a la concepción determinista del cosmos propia de nuestra cultura occidental. Tal principio postula que no es posible conocer con exactitud la velocidad y la posición de una partícula, no por un límite del instrumental de medición sino por la misma naturaleza de los fenómenos. La posición de los electrones de un átomo vienen definidas por campos de probabilidades, no podemos conocer la posición con una certeza definitiva pero sí aproximada. Este principio de incertidumbre pondría fin a la exactitud onto-epistemológica de la ciencia clásica, el quinto criterio de la nueva ciencia sería aceptar las limitaciones predictivas sin renunciar a establecer tendencias o probabilidades. Aunque en ciertos ámbitos de investigación la incertidumbre sea tan pequeña que en la práctica se pueda desdeñar, la determinación cerrada de los fenómenos es metafísicamente imposible.
El sexto y último criterio para una nueva ciencia que propone Capra es metateórico. Es decir, no trata de los rasgos de la nueva teoría en sí sino más bien de su cosmovisión presupuesta. Critica este autor la actitud Francis Bacon, uno de los padres de la ciencia moderna, que recomendaba interrogar agresivamente a la Naturaleza hasta hacer que confesara sus secretos. Esta visión hostil hacia la Naturaleza, teñida por la voluntad de dominio, es característico de la ciencia que se hace a día de hoy. Frente a ello propone Capra una nueva ciencia que sustituya esta voluntad de dominio por una mentalidad de cooperación, complementariedad e interrelación con el universo subjetivo.
¿Dónde podemos presagiar que se alumbre el nuevo paradigma aquí descrito? En un principio el autor de “El Tao de la física” condicionado por su profesión de físico entendió que sería en la misma física donde florecería el nuevo paradigma; más adelante se inclinó por la ciencia ecológica y la nueva biología.
El alumbramiento de un nuevo marco de referencia para la comprensión de la realidad no es una hipótesis ociosa, ha sido constitutivo de nuestro desarrollo como especie la construcción de marcos explicativos más amplios que dejaban obsoletos los anteriores. Es difícil determinar cómo o cuándo se alumbrará el nuevo paradigma o si este cumplirá los criterios arriba glosados, lo que no cabe duda es que este cambio tendrá lugar.
Hasta ahora la creación de nuevos paradigmas explicativos ha estado directamente relacionado con el incremento cuantitativo y cualitativo de las interrelaciones humanas. Otro factor que ha favorecido la creación de nuevos marcos de comprensión ha sido el perfeccionamiento de tecnologías que nos han permitido acceder o procesar parcelas de fenómenos antes desatendidas. Hoy, a principios del siglo XXI la sociedad globalizada cumple con estos dos factores propiciadores de un nuevo y más amplio entendimiento de la mente y la materia. Los avances en computación y en el procesamiento de la información no solo auguran nuevas técnicas de manipulación de la realidad sino también la apertura a la comprensión de fenómenos a día de hoy inabordables científicamente. Tendemos a pensar en ciencias clásicas (física, biología, etc.) como sedes de las revoluciones científicas del futuro pero las nuevas disciplinas y tecnologías de la información podrían propiciar que fuesen campos como la sociología los protagonistas de la revolución científica del mañana.
Hasta ahora la tecnología dominadora de la Naturaleza ha mejorado nuestras expectativas materiales hasta un punto que para nuestros antecesores sería inimaginable. Sin embargo nos queda mucho por conocer del funcionamiento profundo de las dinámicas sociales. ¿Funcionan las comunidades humanas interconectadas como unidades sincrónicas? ¿Existe una función transcognitiva social ajena a la comprensión inmediata del individuo concreto? Estas preguntas podrían tener respuesta empírica antes de lo que pensamos gracias al perfeccionamiento tecnológico de las redes de comunicación; si fuese así la Humanidad avanzaría hacía un nuevo paradigma que en vez de estar orientado a la comprensión de la Naturaleza, ahondaría en el misterio de la conciencia. Esta nueva ciencia sociológica cumpliría muchos de los rasgos defendidos por Capra, sus predicciones no sería deterministas y tampoco tendría capacidad de dominio; el conocimiento de las nuevas leyes sociológicas variaría el mismo comportamiento de la realidad que se observa. El entrelazamiento cuántico quizás tenga un correlato en algún tipo de relación sincrónica de las conciencias que pueda ser observado empíricamente gracias al desarrollo de la tecnología de la información. El establecimiento de este nuevo paradigma explicativo supondría un nuevo hito en el camino de nuestra autocomprensión.