Sobre la inclinación natural hacia el estudio
0Vemos en los niños pequeños una clara inclinación al aprendizaje; la curiosidad motiva muchas de sus conductas haciéndoles adoptar pautas exploratorias similares a otras crías de mamíferos. La necesidad de una rápida adaptación al medio y la novedad que todo estímulo supone para alguien con una corta biografía son, probablemente, la causa de este comportamiento. Ahora bien, dando por hecho que esta inclinación es natural, al menos en los primeros estadios de la infancia, cabe preguntarse si igualmente poseemos un impulso natural hacia el estudio. Si entendemos el estudio como una conducta exploratoria que se manifiesta en el ámbito intelectual quizás debamos convenir en que efectivamente esa curiosidad innata puede canalizarse, en ocasiones, hacia el aprendizaje académico.
De esta cuestión trata, precisamente, la polémica entre Zhang Miao y Xi Kang recogida en la recopilación Elogio de la anarquía, por dos excéntricos chinos del siglo III de la editorial Pepitas de Calabaza. El primero se muestra partidario de que las personas tienen una natural inclinación al estudio. Las ocho emociones (placidez, ira, aflicción, alegría, amor, odio, deseo y recelo) son propias de cada individuo, al vivir en sociedad es necesario el control sobre esos impulsos y unos determinados conocimientos para establecer el orden jerárquico de la sociedad. Dado que de ello nos provee el estudio, es natural que el hombre se sienta inclinado a él.
Xi Kang polemiza largamente contra la postura de Zhang Miao. Adopta una posición que en Occidente se ha llamado la tesis del “buen salvaje”; según Xi Kang en el estado primigenio nuestra naturaleza era pura y vivíamos confundidos con la esencia de las cosas; fue cuando se corrompió ese idílico preprincipio cuando fue necesario establecer la escrituras y las normas para encauzar nuestro comportamiento. De aquí concluye que el estudio no es algo a lo que nos inclinemos espontáneamente sino que es fruto del desarreglo que trajo consigo la pérdida del estado originario.
Además denuncia que aquellos que alaban el estudio son estudiosos ansiosos de honores. Su inclinación al estudio es espuria ya que no pretenden el aprendizaje por sí mismo sino por los beneficios que les reporta como un cargo de funcionario o la fama entre sus iguales. El ser humano tiende hacia el reposo y no busca la fatiga; al igual que el león que tras llenar su panza y teniendo todas sus necesidades cubiertas se tumba bajo el sol. Ese sería el comportamiento natural del hombre y no encerrarse el bibliotecas o salas de estudios a gastar la vista y comentar sobre palabras escritas en tiras de bambú por hombres ya muertos. Para sentir inclinación al estudio es necesario guiar y reprimir nuestros impulsos, eso es contrario a un comportamiento espontáneo, por tanto no existe esa inclinación natural al estudio que defiende Zhang Miao y, en definitiva, “las aulas de estudio no son más que salas mortuorias”.
Como siempre ocurre en este tipo de polémicas ambos autores tienen parte de razón. Por un lado, todos hemos sentido en la niñez el tedio y cansancio que nos producía acudir al centro escolar. Los niños pronto pierden el interés por el estudio cuando empiezan a ser consciente de que sus esfuerzos académicos son evaluados y se ven obligados a superar tales o cuales estándares para obtener una u otra recompensa. Pocas niñas entran en esa dinámica de grado sino más bien compelidas por el entorno familiar y social, en general. Algunos, como dice Xi Kang, acaban sometidos e interiorizan la disciplina externa desarrollando un “gusto” por el estudio que no siempre es auténtico. No obstante, como dijimos, durante los primeros años las niñas sí van de grado al centro educativo y aprenden con avidez. La cuestión, en definitiva, sería definir qué es el estudio para poder dirimir si es natural en el ser humano la inclinación hacia él. Si entendemos estudio como estudios académicos o como un medio para un fin, generalmente “ganarse la vida”, el estudio no es natural sino impuesto externamente. Si, por contra, definimos estudio como actividad de aprendizaje que comprenda tanto el estudio académico como el aprendizaje de otros tipos de conocimientos y habilidades, podríamos ver la inclinación al estudio como manifestación natural de la curiosidad o actividad exploratoria que parece propia de nuestra especie. Aprender ajedrez, interpretación, biología o violín puede ser una inclinación natural cuando esas actividades son modos de manifestar o desarrollar nuestro ser; cuando se convierten en un medio para alcanzar otro fin externo pierden la espontaneidad, como decía Xi Kang, y pueden llegar ser actividades tediosas y vitalmente empobrecedoras. No deja de llamarme la atención como dedicamos tiempo y esfuerzo con gusto a actividades que si nos fueran impuestas las consideraríamos gravosas torturas.